El Deseo, ya en la Grecia antigua y en la modernidad a partir de Kant especialmente, pasó a constituir un término que aludía a las pasiones irracionales que hierven en el cuerpo -que no es algo distinto de la denominada mente-[1] y que nos arrastran a hacer lo que no queremos. Es decir, se establecía
Etiqueta: Cerebro
A veces, la mente padece una disrupción con el supuesto sustrato neuronal y sináptico que en condiciones normales la impulsa a fluir, elevándose como una entidad autónoma. Tal desgarre acontece precedido de una vívida irritación que blanquea y bloquea la mente, incapacitándola para ser lo que tímidamente intuimos que, tal vez, es. En ese instante
A veces, la mente padece una disrupción con el supuesto sustrato neuronal y sináptico que en condiciones normales la impulsa a fluir, elevándose como una entidad autónoma. Tal desgarre acontece precedido de una vívida irritación que blanquea y bloquea la mente, incapacitándola para ser lo que tímidamente intuimos que, tal vez, es. En ese instante
Hay arañas que tejen su tela en cerebros mutilados. Su carencia de actividad neuronal es añeja y la laboriosidad paciente y constante de aquellas percute en esas zonas inertes. Sin sinapsis, ni transmisiones electroquímicas se inhiben emociones, razonamientos, ideas y los arácnidos se ceban como termitas ansiosas en el marasmo neuronal. Este tipo de individuos
No cualquiera rezuma por sus poros sentimientos que espejean emociones ajenas. La hipersensibilidad de algunas personas, que pueden por ello incluso experimentar algún tipo de sinestesia, constituye un valor añadido ninguneado en una cultura que estimula la intensidad del placer como un fenómeno individual, centrado en el yo para su regodeo. La última aseveración, que
En pleno SXXI, con la capacidad de la razón como condición certera de progreso superada, la desmitificación de la ciencia como el saber perfecto y la intuición subsiguiente de que somos seres ínfimos, profundamente desconocidos para nosotros mismos, ha llegado quizás el momento de zafarnos del equívoco de que toda disciplina que no constituya una
Decrépito cerebro que yerra las sinapsis ubicándonos mentalmente en el absurdo: sin distinción entre lo pasado y lo presente, confundimos contextos, personas, acontecimientos hasta proferir contenidos que generan la atónita respuesta de los otros. Ni la edad ni la crudeza de la realidad, perdonan.