La cruda existencia nos vuelve vulnerables: desprendidos de lugar propio, devenimos víctimas golosas de pasiones desatadas, desnudas de convenciones que nos arrostran, someten y deslumbran. Solo, cuando la voracidad del impulso que busca satisfacción como lenitivo benéfico para soportar lo absurdo, que se encarniza en lo más rastreramente cotidiano, se va desvaneciendo, retomamos
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Revisión de un artículo de 2016 Cuando el objetivo de nuestras vidas es la felicidad, una ansiedad nociva se ha disparado en nuestro interior. La existencia, como misterio que vamos aprehendiendo por la experiencia, no admite fines ulteriores que exigirían una comprensión nuclear de su naturaleza. En la medida en que forzamos un sentido vital
Los días se muestran porfiadamente sombríos como si de nocturnidades matizadas se tratase. Y en esa penumbra que rebosa de interrogantes inefables e irresolubles, bandeamos como títeres imprecisos en sus gestos que rastrean un algo al que aferrarse, acaso persuadidos de su necesaria presencia. Mas, agotados de esa liza dual: la búsqueda de una ficción
“¿No sería mejor dejar a la muerte, en la realidad y en nuestros pensamientos, el lugar que por derecho le corresponde, y sacar a relucir un poco más nuestra actitud inconsciente hacia ella, que hasta el presente hemos sofocado con tanto cuidado? No parece esto una gran conquista; más bien sería un retroceso en muchos
Quien cree morir de éxito, o se regocija en el espejismo de su hazaña o bien vislumbra la cumbre del abismo hacia el que se precipita. La expresión –utilizada a menudo en el ámbito empresarial- presupone que hay una culminación, una cumbre, un máximo al que puede llegarse; una vez allí, acaso debieran preguntarse en
El fino filo sedoso que une vida y muerte debería conducirnos a la certeza de que aquello que postergue hoy, quizás no pueda ser zanjado mañana. Porque la ligereza que tenuemente vincula nuestra condición de ser puede diluirse abruptamente, sin previo aviso; como se despluman las aves mudando su plumaje, sin que en nuestro caso
La especulación es, en sí misma, un ejercicio estéril porque de ese esfuerzo no se deriva ninguna conclusión nítida, certera, ni tan siquiera un cierto grado de convicción. Partiendo de opiniones –que no conocimientos más o menos ratificados- edificamos un entramado de surcos que nos llevan a la confusión desesperante. No obstante, los humanos tendemos
La sinfonía que uno decide escuchar a lo largo de su periplo vital está compuesta también de acordes propios y genuinos que dan a esa música un tono particular: la tendencia a ritmos bruscos e inoportunos cuya estética es minimalista, o la inercia a una armonía pausada y estructurada que proporcione goce. La mediocridad de
Todos estamos en el corredor de la muerte. Unos lo saben, porque se deslizan encerrados en cubículos por esa cinta automática que nos transporta. Otros carecen de la conciencia de que nacer no es más que empezar a morir, una cuenta atrás, ya que a la vez que se crea vida se destruye. Avanzamos en
Se evaporó enredada en una breve agonía o, tal vez, dormitaba semi-inconsciente en una espesa neblina. Sola, sin que nadie pudiera aventurar que la parca se había infiltrado sigilosa en su guarida final. Nunca podremos escudriñar cómo aconteció esa partida que a todos nos aguarda, y ese ignorar cómo fue devorada nos late a instantes,