Del sujeto racional al individuo y sus consecuencias.

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Podría  considerarse la hipótesis de que el imperativo del individuo, como eje legitimador de las ideologías de la diversidad y las diferencias[1], emerge como reacción a una modernidad que sitúa al sujeto racional como punto vertebrador del mundo -entendido como lo fenoménico kantiano- Este último acontecimiento supone, además, la expansión de una especie de razón colectiva que regula lo social en aras de un bien común que ningunea a las minorías. El colectivismo sustentado por ideologías como el comunismo, el anarquismo y la herencia moral cristiana, contiene implícitas una exigencias que obligan al individuo la auto-negación, si así lo requiere ese bien colectivo.

Así, el exceso de una racionalidad que acaba siendo instrumental y nada crítica, genera la necesidad de reivindicar al individuo como un ser también emocional e incluso a anteponer –por reacción-   este aspecto ignorado y menospreciado durante demasiado tiempo en aras del supuesto bien común.

Es aquí donde surge la denominada postmodernidad que renegando de las grandes ideologías, los absolutos y apropiándose de la “muerte de Dios” en un sentido moral, exalta al individuo como dueño y señor de sí mismo y como absoluto al que debe satisfacer la sociedad –de aquí que resurja un hedonismo nada epicúreo y en general el placer satisfecho de forma inmediata como objetivo deseable, sin más horizontes-

En este contexto el capitalismo encuentra un terreno fértil y extremadamente favorable para su arraigo, en cuanto teoría económica de la ideología de la libertad individual, se propone identificar satisfacción con consumo. ¡Y vaya si lo logra!

Como prolongación se este discurso único la ciencia y la tecnología se ponen al servicio de los que poseen el poder económico y se financia y promueve aquello que principalmente está al servicio de las élites económicas. Siempre, obviamente, con una habilidad sutil que dificulta la identificación por parte del individuo de los auténticos intereses a los que sirve el sistema.

Así llegamos a las puertas de lo posthumano, como intento de superar las limitaciones de nuestra condición como especie a base de tecnología y ciencia que luchen contra la mortalidad –nunca bien digerida en occidente- y aventajen al posthumano, o casi androide, de lo que parecía vedado para nuestra humanidad como especie, determinada por unos patrones biológicos. Manipulación genética, chips y otra diversidad de nuevos recursos que superen lo mediocre humano e inicien, tal vez, la era de lo posthumano.

Pero ¿todo este somero recorrido para qué? Nada más, y nada menos, que para mostrar cómo lo políticamente correcto que es la defensa a ultranza de todo lo que se muestre como diverso, puede ser una trampa para domeñar a los individuos y legitimar políticas que aunque presentadas como avances para la humanidad –cuestionables, ya que antes deberíamos discernir si queremos dejar de ser humanos- no son más que actividades orientadas a satisfacer el narcisismo de las élites; y que la superpoblación es un indicador evidente de que estos “progresos” no están pensados para la humanidad, por indiferencia y también imposibilidad económica. Si no erradicamos el hambre en el mundo  ¿no será porque dejamos que la selección natural –que ya es meramente cultual y económica- elimine el exceso de individuos que hacen inviable una posible sociedad posthumana?

Cuando los avances científico-tecnológicos no están al servicio de la supervivencia de los que carecen de medios para vivir como humanos ¿no debemos poner bajo sospecha esos fines velados que son los que auténticamente mueven ese desarrollo?

Es un absurdo la pretensión de superar la condición humana cuando la mayoría de la humanidad se muere por falta de recursos económicos, sanitarios y alimenticios ¿La condición de quiénes se pretende en realidad superar?

Recuperar la dimensión emocional y racional del individuo humano no necesariamente debería abocarnos a la religión neocapitalista, porque no es más que una estafa que distrae las demandas de los humanos.

[1] Aquí querría recuperar una reflexión que hice, al respecto, sobre el peligro de encauzar todo lo que se desvía de la “normalidad” como diverso. Corremos el riesgo de acabar difuminados y ninguneados.
https://filosofiadelreconocimiento.com/2018/10/12/la-diversidad-y-el-riesgo-de-disolucion-de-cualquier-problema/

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