Las condiciones de la existencia son inherentes al mismo existir; todos estamos sujetos a ellas sean de la índole que sean. Sí es cierto que unos nacen con menos restricciones que otros y que ese punto de partida es una de las causas de la desigualdad de oportunidades. No menos realista es asumir que aquello
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La escritura implica un esfuerzo de investigación –a menudo-, disciplina, introspección y empatía que solo se alcanza cuando diariamente y tras espacios infructuosos, uno se deja llevar por ese personaje ficticio que adquiriendo vida propia te arrastra tras él. Entiendes que hay un punto de inflexión en que la novela no depende exclusivamente de ti,
Si el esfuerzo intensivo y supino no garantiza el fin anhelado, lo crucial deviene el grado de elasticidad de nuestros jóvenes para sostener un fracaso no obtenido por desidia. Que los parámetros por los que evaluamos la vida sean un supuesto “éxito” social, harto cuestionable, produce un dualismo, casi sustancial, entre los integrados triunfadores y
Si a una débil cultura del esfuerzo, gestada a base de idolatrar a jóvenes triunfadores, felices y con un poder adquisitivo regalado, la sometemos a un mecanismo continuado de competitividad para lograr el éxito social o un lugar en el mundo, podemos obtener generaciones frustradas, caracterizadas por la indefinición y adoleciendo de consistencia personal para
Los que caen en saco roto son como “sísifos” despeñándose eternamente. Ningún esfuerzo, ni gesto, ni amago de resurgir será avistado.
Si convertimos la escuela en un centro de ocio, la vida será un escollo insuperable. Engañados sobre lo que implica trabajar –aunque sea estudiando- surgirá una generación con fobia al esfuerzo y al fracaso, aspectos imbricados en el vivir desde el origen de toda sociedad humana. Diagnosticaremos nuevas patologías que serán la consecuencia de una
El intento reiterado no garantiza el logro, pero –y por reminiscencias kantianas- nos hace dignos de él.
Desde una intimidad grata que solo puede lograrse allegando a los auténticamente queridos -sean los que sean ya que eso no debería estar escrito- la madrugada cobija descansos, apacibles suspiros y una solidaria y placentera concordia psicosomática. Dichosa dádiva esforzada con tesón desesperanzada, pero al fin merecida dádiva.
Caemos para legitimar el esfuerzo por la vida, ese destinado a desgajarla de cuajo de una existencia maldita.
Quien dimite del esfuerzo, lo hace de vivir que no es una inercia congénita, sino un reto o una renuncia subjetiva.