Si quien escribe se sirve, a menudo, de la negación para indagar en los fantasmagóricos rastros de la estela que desprenden las experiencias o lo que sea susceptible de ser escudriñado, está evidenciando la incapacidad propia, tal vez universal, de “decir” algo con relativa consistencia sobre el mundo. Por eso se escabulle en regodeos lingüísticos
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El término “reconocer” puede entenderse, al menos y para lo que aquí nos ocupa, en un doble sentido: el primero como un acto de identificar lo permanente ya conocido, tras un largo lapso de tiempo en el que se han producido cambios aparentemente significativos en “la cosa”, o un segundo significado que implica la actualización
Se nos resiste el lenguaje porque se nos resiste el pensar; o, para ser más precisos, rehúsa el sentir esa restricción encorsetada en conceptos que impone nuestra estructura lingüístico-racional, y palpamos la impotencia del decir, la imposibilidad de liberar emociones expresadas de tal forma que puedan ser resentidas por otros. Porque la auténtica comprensión se
La escritura implica un esfuerzo de investigación –a menudo-, disciplina, introspección y empatía que solo se alcanza cuando diariamente y tras espacios infructuosos, uno se deja llevar por ese personaje ficticio que adquiriendo vida propia te arrastra tras él. Entiendes que hay un punto de inflexión en que la novela no depende exclusivamente de ti,
Desconociendo, cuanto de inefable se desliza en la infinitud de nuestra ignorancia, poseemos la conciencia de saber mucho y doblegar el mundo; somos así de engreídos y arrogantes, tras haber negado la posibilidad de dioses que interfieran en nuestras vidas, nos fantaseamos como seres de poderío infinito basándonos de una idea de progreso anacrónica y
Recuerda Oriol Alonso, en su análisis de la obra de Rafael Argullol[1], que para este “La experiencia se nos escapa por completo, en definitiva. Todos los matices que dibujan nuestra vivencia rompen en todo instante los grilletes que intenta imponer nuestra voluntad. Sin embargo, necesitamos controlar todo lo que se ha vivido y se vive
“Debo decir que consigue usted hacer con el lenguaje algo que ningún otro que yo sepa puede imitar. Tiene la capacidad de ajustar tanto el objeto, que uno es capaz de captar sus más finos detalles y cree comprender relaciones y cualidades que hasta ahora jamás había expresado palabra alguna(…) su proceder es como sacar
Si las palabras devienen ropajes que enmascaran lo sentido como inefable, quizás solo el silencio pueda satisfacer someramente el intento, en vano, de escribir.
Si no hubiese un algo inefable, el lenguaje y con él nuestro pensamiento agotarían en su estructura, toda naturaleza. Entendiendo que ni la experiencia perceptiva ni, más relevante, la racional avalan esta perspectiva arrogante, seguiremos balbuciendo aquello que con dificultad atisbamos, e ignorando todo lo otro.
Aquello que denominamos inefable es posiblemente lo decisivo, es decir, lo que desvelaría la supuesta sub-trama de la vida humana.