Si de nada sirve un soponcio derivado de la frivolidad de un gesto, ¿para qué padecer una corajina por la insustancialidad de otro, nítidamente ajeno? Más avispado es quien retorna indiferencia, es decir no reacciona ni se afecta, a la veleidad de aquel que carece de subjectum, y no puede ni vislumbrar en qué consiste
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Aguardamos instantes excepcionales y atípicos para que resurja la pasión, el entusiasmo, el frenesí, en un discreto intento de depositar el arrebato de vivir intensamente en lo que acontece. Pero, aun cuando lo externo nos reconforta con una apacible dotación benévola, es la forma en la que filtramos subjetivamente lo sucedido lo que concede un
Los guiños de la vida son escasos, y, aun así, una buena parte de ellos los desdeñamos por percibirlos como farsas interesadas, o como mucho compasivas. Viviendo de este modo nos guarecemos de lo benéfico, tanto como de lo pernicioso, negándonos un mínimo de disfrute que nos conceda un arrebujo momentáneo para recomponernos y seguir;
Los seres humanos tenemos el gran privilegio de optar por existir o vivir. En cualquier caso somos responsables de nuestra elección, una vez nos han nacido –como afirmaba Cioran-
Venimos a existir sin nada, necesitados de mucho para poder vivir.
Vives porque respiras. Viendo lo obvio, decides vivir –dando por supuesta la respiración- desplegando esas capacidades que te otorga la propia autoconciencia. Observas, analizas, valoras y obtienes opiniones sobre el mundo –el yo y la alteridad- a partir de las cuales surge la motivación para realizar algunas actuaciones. Pero, frente a ti otros no olvidan
Entregados a la urgencia de vivir, olvidamos qué razones hay para seguir existiendo.
La osadía de vivir es discreta, el hábito se jacta de no serlo.