El Deseo, ya en la Grecia antigua y en la modernidad a partir de Kant especialmente, pasó a constituir un término que aludía a las pasiones irracionales que hierven en el cuerpo -que no es algo distinto de la denominada mente-[1] y que nos arrastran a hacer lo que no queremos. Es decir, se establecía
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Una moneda liviana, lanzada galantemente al aire, marca el criterio para elegir entre dos alternativas, que como tales no pueden suceder simultáneamente. Semejante arbitrariedad o azar es asumida, sin oposición alguna, por los implicados en tan trascendente decisión. Tras el vuelo vertical impulsado por una mano neutral y su posterior caída, unos festejan la cara