La indiferencia es el peor de los desprecios, aunque en sí misma ni tan siquiera desestime o deteste. Es, precisamente, esta neutralidad o falta de inclinación o repugnancia la que desaloja de todo lugar a quien siente la indiferencia ajena. Si no cabe mostrarse para que el otro se aperciba de nuestra llamada, es que
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Se dice que la soledad es sentirse solo, aunque no se esté solo. Sin embargo, la auténtica y cruda soledad es sentirse solo porque se está solo, y estar solo significa que nadie espera si vuelves o no nunca, que nadie nota tu ausencia porque no se notaba tu presencia, eras indiferencia, estado neutro que
Esa soledad añeja que le había asolado de niño, esa en la que borboteaban lágrimas de desamparo y abandono, parecía retornar ahora, que el tiempo ya es más escaso. Por aquel entonces, creyó haber aprendido que no podía confiar en nadie, que debía protegerse él mismo, y que era fundamental que lo hiciera. Sin embargo,
Ayer, una persona muy especial para mí me preguntó: ¿si tuvieras que indicar en qué parte de tu cuerpo crees que estás tú, ¿cuál dirías? Desde una actitud filosófica ortodoxa respondería que cada individuo es su corporalidad, todo él es materia-cuerpo. Sin embargo, la pregunta me pareció que tenía, si cabe, más enjundia, ya que,
La burocracia nos está asfixiando. Creo que cualquiera que lea esta afirmación no necesita que le proporcione argumentos porque se sentirá totalmente identificado. El intento de realizar cualquier trámite, no solo en la administración pública, ya que se está extendiendo como un virus, también en la esfera privada, es un acto de paciencia infinita y
Tan a la moda estaba que se hallaba en el abismo de la depresión y la ansiedad. Su cuerpo era un temblor infinito que percutía alrededor y alteraba la armonía ausente de su entorno. Abrumado por su modo de ser, por muy abundante que fuese, se sentía único, singular y aislado. Con tal de superar
«Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera». León Tolstói (Ana Karenina) Este es el inicio de la gran obra de Tolstói que se ha popularizado, no sin una cierta dosis crítica. Aunque es un punto de partida, a lo largo de la novela aflora
Mi generación, la de los sesenta junto con los últimos de la década de los cincuenta, vivió el SIDA en primera persona. Fuimos los que desafiamos los puritanismos hipócritas y ejercimos -cada uno a su manera- la liberación sexual rompiendo con costumbres que parecían sagradas. La lucha por la igualdad de la mujer también en
Acabo de finalizar un artículo para una revista digital que ya veréis publicado. Lo relevante, y esa es la gran riqueza que una va incorporando a base de escribir, porque es en ese ejercicio que descubro y redescubro a otros y, por efecto bumerán, me reencuentro con lo que considero nuclear para mí, y para
La compasión ha sido objeto de repulsa por entender que compadecerte de otro lo debilita y victimiza. Esta es, en cierto modo, la crítica que Nietzsche realizó de lo que él catalogaba como compasión cristiana. Sin embargo, ya en otros artículos, he intentado recuperar el sentido no cristiano de este término recalcando que com-padecer es









