Todo tiene su tiempo, o cada cosa el suyo. Este año no está siendo prolijo en publicaciones en el blog. Por un lado, publiqué el último libro “Filosofía desde las entrañas” Terra Ignota Ediciones, que por supuesto os invito a leer si habéis sido seguidores de esta bitácora. Por otro lado, otros menesteres me han
Etiqueta: Tiempo
Dice Manuel Fernández de La Cueva: “Y después de tanto vivir, todo se resume en tiempo y silencio y llegaremos al silencio después de morder, de probar, de comer nuestro tiempo. Todas nuestras preocupaciones, todos nuestros deseos, todas nuestras frágiles sensaciones, todos nuestros débiles segundos…, todo acabará siento pasto del silencio.” “Sobre el silencio en
Hay una burbujeante demanda interna, y alguna externa, de borbotear cuanto sé que he vivido. Y, lo sé, porque lo siento, lo llevo grabado -para bien y para mal- en las conexiones neuronales que esas experiencias surcaron en mi cerebro. A veces, nos consideramos demasiado importantes; necesitamos un golpe de lo real para redescubrirnos continuamente
El tiempo, ese gran escultor que va cincelándonos como singularidades pétreas, a veces solo son muescas, otras, relieves que nos configuran, pero siempre resta el grabado de los instantes que nos pertenecen. Y en ese umbral de lo esculpido cada uno gesta, junto a los tiempos, esa contingencia que nos constituye. Así, somos el ayer
Hoy me rebozaría entre las sábanas apresando el instante, para que sea menos breve y, la concatenación con otros sea pausada, lenta, imperceptible. Me transformaría en un ínfimo reducto del tiempo para sentir que no transcurre, que lo que palpita en mí no es perecedero y que podría alimentarme de esta humana y gratificante sensación
Tenemos la tendencia a profetizar catástrofes, basándonos en las tragedias del presente y en el curso que éstas parecen mostrar. No nos faltan motivos, porque si la historia nos ha enseñado algo al respecto es cómo la capacidad destructiva del ser humano se va sofisticando y nuestro nivel de autocrítica es cada vez más laxo.
Tengo encima de la mesa unos cuantos libros que han pasado a formar parte del paisaje natural de mi escritorio. A veces, siento que fijan su mirada en mí, reclamándome, reprochándome el abandono en el que los he sumido. Sin embargo -aunque ellos no lo entienden- no han caído en el olvido. Están como fuego









