Esos instantes, tan infinitos como abundantes, en los que se paraliza la percepción interior del sosiego coadyuvante a la supuesta madurez, se volatizan logros, heridas cicatrizadas y todo cuanto alardeábamos haber cobijado y lacrado. Acaso sea la ignorancia de lo propio y ajustado lo que nos precipita, sin advertencia, y nos arrincona atónitos en el
Etiqueta: Arrogancia
Hay quien cree estar preparado para casi todo, se siente con la fortaleza de afrontar las turbulencias más desaforadas. Acaso porque carecen de empatía con quienes las han padecido, y no atisban la inmensidad de determinados aconteceres. En cualquier caso, nunca se apercibirán que la necesidad de negarse a uno mismo, para el reconocimiento del
Todos podemos destilar arrogancia en un momento determinado, quizás a consecuencia de un absceso de narcisismo que se desborda al verse amenazado nuestro ego. Es humano y quizás una fallo súbito del sistema defensivo. Simultáneamente, podemos tomar contacto con lecturas que nos parezcan obvias, nada sugerentes y carentes de originalidad. Pero, y aquí se entenderá
El narcisismo que terminar por coronar a un intelectual, no es más que el síntoma de la imperiosa urgencia de ser reconocido como tal: alguien con un rango superior a la mediocridad que ese sujeto desdeña con arrogancia. Así, toda potencia brota de una carencia previa, en el caso referido, la posibilidad de ser
Quien no cabe en sí mismo, explota; frente a la mayoría que podríamos implosionar.
Ante un arrogante, engreído solo cabe una dialéctica que lo enmudezca.
PUBLICADO EL 14 DE DICIEMBRE DE 2016, EN ESTE BLOG Quien presume de virtud carece de humildad, condición necesaria para ser virtuoso. Luego, quien presume de virtud expone de lo que carece.
Cientos de muertos y heridos agonizando en Somalia, víctimas del mismo terrorismo que nos asola aquí. Pero ellos son diferentes, anónimos, existiendo a montones. Nuestra indiferencia es casi tan cruel como la bomba que los ha destrozado. Tampoco tiene perdón nuestra arrogancia.
Somos ínfimos y diminutos ante la enormidad de lo que al suceder nos desborda. Nosotros, arrogantes y vanidosos, presuponiendo que podíamos doblegar el mundo acabaremos centrifugados por el remolino de nuestra huracanada temeridad.
El arrogante, en su acto se arrogarse se ciega de lo ajeno
