Con guerras, injusticias, asesinatos, un caos geopolítico con mandatarios que sorprenden porque hoy dicen A, y mañana B, y no sobre cuestiones menores; con ese trasfondo, empieza a notarse un remolino neuronal que lleva a picotear de la diversidad de urgencias sin poder pensarlas con serenidad. Son momentos en los que lo emocional irrumpe, se
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El terror -relato sobre lo que puede estar sucediendo en cualquier lugar en guerra- Escrito en 2019.
Agazapado, entrelazando sus miembros periféricos como un infante que se escurre entre su propia oscuridad para dejar de estar, se mantuvo durante horas, casi sin respirar; su deseo era abandonar esa presencia que lo delataba y lo tornaba diana de dardos envenenados. En un rincón, recubierto de penumbras, creía hallarse indemne, protegido por inexistente y,
Una de las experiencias desesperantes que todos hemos tenido es realizar una llamada telefónica a instituciones, administraciones públicas y empresas que utilizan, lo que yo denomino, un robot de elección múltiple. Es decir, tu llamada es atendida por una voz metálica que te agradece hipócritamente la llamada y empieza a plantearte una serie de opciones
Hay arañas que tejen su tela en cerebros mutilados. Su carencia de actividad neuronal es añeja y la laboriosidad paciente y constante de aquellas percute en esas zonas inertes. Sin sinapsis, ni transmisiones electroquímicas se inhiben emociones, razonamientos, ideas y los arácnidos se ceban como termitas ansiosas en el marasmo neuronal. Este tipo de individuos
La ciencia se desarrolla, cada vez más, bajo el implícito de una disociación mente/cuerpo que, aunque no se reconozca, se evidencia cuando se realiza un trasplante de cabeza -¡por completo!- presuponiendo que el sujeto está ubicado en ella y desligado absolutamente del resto del cuerpo. Esto ha sido por el momento un experimento con cadáveres
Decía Pascal, “nadie muere tan pobre que no deje algo tras de sí”. Cierto es que ni los desechados, como ratas, pasan por este mundo sin dejar huella. Esa es su riqueza, su legado, el rastro que dejan en el corazón de otro, tal vez tan despreciado como ellos. Lo desgarra magistralmente Vardan Tozija en
El retorno a este blog, al que tantas horas he dedicado, me remite paradójicamente a un cierto estado de torpeza propio de quien inicia un cometido absolutamente virgen. Intuyo que esta desazón resida en la convicción de que siendo algo más vieja y más cansada, no soy más sabia, sino, antes bien, me recubren el



