Texto del año 2016 revisado. Quien se formula semejante cuestión usando la elasticidad del lenguaje, para suscitar sutilmente la disparatada idea en sus interlocutores de que tal vez no haya límites, está iniciando un juego arriesgado. Podríamos hacer una lectura benévola y ver en la pregunta un quiebro sugerente, por cuanto puede estimular el esfuerzo
Etiqueta: Deseos
En algún recodo de nuestra mente, todos desearíamos que los Reyes Magos fueran reales. Que anualmente compensaran el esfuerzo y la generosidad, la bondad de aquellos que no viven centrifugados en su ego, sin importar la renta familiar, ya que no todo lo que podríamos pedir sería de índole material. Que fueran esa fugaz luz
El deseo nos humaniza pero nos convierte, a su vez, en esclavos de algo casi ajeno que parece doblegarnos. No en vano, los estoicos cultivaban la a-patía como falta no solo de sufrir, sino también como estrategia para no dejarse arrastrar por los deseos. De hecho, en la actualidad, a quien se mueve por deseos,
Quien renuncia a desear se entierra lentamente en la desesperanza y la nada, porque los deseos son impulsos vitales que nos hacen sentirnos y querernos vivos para la consecución de lo anhelado. Si nos avezamos a la renuncia moralista –en ocasiones nada sustentada éticamente- vamos adentrándonos en la caverna donde aguardan los despedazados.
Apuramos el tiempo aguardando el gesto ajeno, porque presuponemos que debe darse, sin aprender, tropiezo tras tropiezo, que nuestro deseo no es el desiderátum universal, y que quizás deambulamos entre delirios. Los delirios son, tal vez deseos fundidos en desideratums.
Pinocho era un muñeco de madera que quería ser un niño de verdad, hay niños que querrían ser de madera.