Somos rastreadores husmeando el olor en el que vivimos. Ora agrio, otrora rancio; mas no desistimos ante la posibilidad de olisquear alguna fragancia que renueve el ambiente de cualquier hedor. Porque nuestra aspiración y afán nos eleva por encima de coyunturas pestilentes, que nos inducen a creer que la respiración oxigenante no es una quimera,
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La apatía estoica –el no padecimiento- estaba orientada a la indiferencia, ese estado en el que no se siente ni inclinación, ni repugnancia hacia cosa alguna, lo cual posibilitaba esa felicidad a la que podía aspirar el humano. Si obviamos el contexto en el que tuvo lugar esa forma de percibir la vida deseable, seguramente
Desahuciados por la inanidad acomodada como una epidermis propia, respiramos por respirar, con una inercia vegetativa que nos mantiene aquí; casi como estoicos insensibles al acontecer: apáticos, indolentes, desidiosos. Así, per, permanecemos sin vivir, como un cántico a la ausencia que nos ampara. Quizás, resurjamos un día para perecer con la absoluta convicción de que