Su cabeza estaba henchida de algoritmos perturbadores. Llevaba horas incontables sentado frente a esa pantalla, que empezaba a espejearle. Los pseudocódigos iban paulatinamente perdiendo su significado estricto y se metamorfoseaban en reflejos y sombras huidizas que nada parecían indicarle sobre el lenguaje de programación. Los diagramas de flujo eran, ahora, planos de un gran edificio
Etiqueta: Cerebro
Su cabeza estaba henchida de algoritmos perturbadores. Llevaba horas incontables sentado frente a esa pantalla, que empezaba a espejearle. Los pseudocódigos iban paulatinamente perdiendo su significado estricto y se metamorfoseaban en reflejos y sombras huidizas que nada parecían indicarle sobre el lenguaje de programación. Los diagramas de flujo eran, ahora, planos de un gran edificio
¡Qué sumisión tan intrincadamente laberíntica ¡Él no era consciente de sus servidumbres; solo percibía la alarma roja cuando las neuronas se irritaban hasta el límite. Él era cualquiera, digamos que el pronombre personal cumple su función plenamente, aquí. La revolución neuronal presionaba las paredes del cráneo, notaba promontorios que fluctuaban con sus propios pensamientos recurrentes,
Estamos destinados al colapso, a no ser que nuestro cerebro posea una plasticidad y regeneración infinitas. No parece que esto último sea posible en esa materia gris cartografiada con circunvalaciones porque sabemos que las neuronas no se regeneran. Sus conexiones, que están al servicio de la adaptabilidad al entorno, deben oscilar en un umbral de
No hay existencia sin dolor, a pesar de esto, esperamos que haya vida, es decir una existencia que el sujeto conciba en algún grado plena. La dificultad de lidiar con este dolor, inherente al existir, ha sido objeto de reflexión de una diversidad de filósofos a lo largo de la historia. Curiosamente, hay en casi
El Deseo, ya en la Grecia antigua y en la modernidad a partir de Kant especialmente, pasó a constituir un término que aludía a las pasiones irracionales que hierven en el cuerpo -que no es algo distinto de la denominada mente-[1] y que nos arrastran a hacer lo que no queremos. Es decir, se establecía
A veces, la mente padece una disrupción con el supuesto sustrato neuronal y sináptico que en condiciones normales la impulsa a fluir, elevándose como una entidad autónoma. Tal desgarre acontece precedido de una vívida irritación que blanquea y bloquea la mente, incapacitándola para ser lo que tímidamente intuimos que, tal vez, es. En ese instante
A veces, la mente padece una disrupción con el supuesto sustrato neuronal y sináptico que en condiciones normales la impulsa a fluir, elevándose como una entidad autónoma. Tal desgarre acontece precedido de una vívida irritación que blanquea y bloquea la mente, incapacitándola para ser lo que tímidamente intuimos que, tal vez, es. En ese instante
Hay arañas que tejen su tela en cerebros mutilados. Su carencia de actividad neuronal es añeja y la laboriosidad paciente y constante de aquellas percute en esas zonas inertes. Sin sinapsis, ni transmisiones electroquímicas se inhiben emociones, razonamientos, ideas y los arácnidos se ceban como termitas ansiosas en el marasmo neuronal. Este tipo de individuos
No cualquiera rezuma por sus poros sentimientos que espejean emociones ajenas. La hipersensibilidad de algunas personas, que pueden por ello incluso experimentar algún tipo de sinestesia, constituye un valor añadido ninguneado en una cultura que estimula la intensidad del placer como un fenómeno individual, centrado en el yo para su regodeo. La última aseveración, que








