Nacer no es propiamente una acción. Es la resultante de un proceso de expulsión que se desencadena en el útero materno, para resolver una situación naturalmente insostenible. Un cuerpo no puede por más tiempo dar cobijo vegetativo a otro que ha aumentado sus dimensiones. Aquí aprehendemos más nítidamente ese postulado sartriano que reza: el hombre
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Decía Mainländer que: “la verdadera filosofía debe ser puramente inmanente, es decir, tanto su tema como su límite han de ser el mundo”[1], ya que no puede recurrirse a lo extramundano para explicarlo, pues dicha construcción se fundamentaría en lo no cognoscible ni justificable a su vez. Esta convicción haría las delicias de cualquier materialista
El alma se va des-almando a base de zarpazos a traición que la disuelven, la disgregan como partículas insignificantes que ya no constituyen nada. En el éter ondean sin sentido ¿Cómo puede tenerlo aquello que no es? Y la remembranza de Mainländer y su Dios suicida aletea incisivamente en mi mente. Quizás, somos simplemente los
En los vértices del mundo se halla siempre algún humano pendiendo, sangrando por las heridas que le han perforado su impertinente e insaciable necesidad de saber. Aquel que quiso conocer y, habiéndolo logrado, se quedó atravesado por la verdad: elevando nuestra capacidad de aprehender solo masticamos el absurdo y el vacío; una experiencia demoledora porque
Según Franz Overbeck “Nietzsche era un genio, pero su genialidad residía en sus dotes como crítico. A este talento crítico genial le dio el más peligroso de todos los usos: la aplicación sobre sí mismo y de manera verdaderamente letal contra sí mismo. Quien se convierte como él en objeto de un talento crítico tan ingenioso