Cuando pensamos lo humano, tendemos a ver en la cultura el rasgo distintivo respecto de otras especies. La cultura parece ser aquella diferencia específica, propia, que revela lo más genuino del ser humano. Sabemos que fue la evolución biológica la que posibilitó, gracias a la aparición de la racionalidad y el lenguaje, la cultura. Ésta
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Si el caos está en el infierno, porque lo contrario, o sea, que se hallase en el cielo es inconcebible, desciendo empicada y sin redes hasta ese averno en el que ni el mal ni el bien tienen ya sentido. No son más que significantes huecos y oxidados en desuso. No hay límites entre un
Despunta el daño insistentemente infringido que la mente se ocasiona a sí misma. Una práctica interiorizada rebosante de culpa por un delito sin identificar. Ese océano de posibles motivos desborda cualquier posibilidad de redención, porque cuando se desconoce en qué se ha errado maliciosamente –sino ¿qué justifica la culpa?- se vaga a perpetuidad en el
Uno de los bretes a los que se enfrentan las sociedades laicas es la delimitación entre lo legal y lo moral. Es una dialéctica presente desde hace años pero que intuyo sigue sin ser resuelta ni nítidamente diferenciada. Aunque los criterios éticos deben estar en el fundamento de lo jurídico, cuyo objetivo es impartir justicia,
Maldecimos la existencia que impía nos apremia a vivir, no parasitar. Y este requerimiento del que nos lamentamos nos muestra, quizás ambiguamente, como seres carentes de la voluntad, del denuedo inapelable para concluir la única alternativa que nos dignifica ¿Qué sentido tiene pues, denegar el deseo de morir a quien no puede culminar una existencia
La pretensión de fundamentar objetivamente una moral, tropieza con la heterogeneidad de las capacidades humanas cognitivas, que no proceden de manera unívoca. Y son éstas la única base para justificar toda posible verdad, desde que hemos admitido como incognoscible todo aquello que trasciende nuestra sensibilidad perceptiva. Así, no haya quizás otro camino que el consenso
Quien renuncia a desear se entierra lentamente en la desesperanza y la nada, porque los deseos son impulsos vitales que nos hacen sentirnos y querernos vivos para la consecución de lo anhelado. Si nos avezamos a la renuncia moralista –en ocasiones nada sustentada éticamente- vamos adentrándonos en la caverna donde aguardan los despedazados.
El término “vicio” se ha asociado a prácticas reprobables moralmente, que con el tiempo se han considerado patologías, como son el caso del alcoholismo, la drogadicción y la ludopatía. Este enjuiciamiento moral se producía en una sociedad organizada de forma tradicional y en base a un patrón religioso que regulaba la conducta social con normas
Si Pitágoras ya vislumbró en su teorema sobre el triángulo rectángulo una relación de proporcionalidad, fue porque debería por justicia y armonía reinar tal equivalencia en el mundo, como microcosmos. Pero, más allá de las teorías matemáticas o geométricas, de tantos, ni observamos proporcionalidad, ni equivalencias, ni por tanto justicia alguna, porque hace ya que
En cuestiones morales, lo normativo como medio coercitivo no es más que un canto a la hipocresía, ya que de su incumplimiento no se deriva más que un “sálvame Deluxe” para el ocio de los chismosos allegados, y sin allegar.