Sentado en un banco, rodeado de árboles con troncos escamados y hojas aladas y largas, Karlos se aferraba a un libro, que tenía entre las manos, de tal manera que vivía ajeno a sí mismo. Se percibía investido de una heroicidad que le hacía sentirse alguien importante para los otros. Esa ansia de reconocimiento que
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Los reencuentros pueden producirse por casualidad o, en la mayoría de las ocasiones, porque una persona busca a la otra. Las redes sociales son hoy fuente de muchos de esos reencuentros porque nos permiten rastreos de aquellas personas que formaron parte de nuestra vida -en esa variedad de formas de relación que se dan- en
No hubo llanto en tu plácida huida del útero, sino la calma anómala de quien se siente plena y apacible. Toda tú blanca como un peluche reluciente y susceptible de ser besuqueado hasta la saciedad. Llegaste sosegada a un mundo que nadie, si pudiera desear, desearía al nacer. Una primera infancia en la que tu
Me ausentaré, deseo que discreta, un tiempo breve; sabiendo que la distancia genera perspectivas nuevas para el corazón, más apurado de miras que el raciocinio. Se trata de sintonizar pensamiento y sentir.
No hay mazazo más perturbador que el conflicto con quien se ha cobijado en el vientre, porque a más amor, más dolor, y de manera equivalente no hay amor más ilimitado que el materno. Aunque la cautela y la prudencia deben asistir una estimación que por desmedida, asfixia a quien no puede crecer sin desvincularse
Con un afán huracanado extiendo todo lo que en mí puede prolongarse para cubrirte el alma, y evitarte no la vida sino su aspecto lacerante. Así, expío mi culpa, incapaz de sostener la tensión e incertidumbre que requiere tu propio diálogo con la existencia.
Cuando no hay oposición real al crecimiento, quien se halla en pleno desarrollo no encuentra un no-yo diáfano y claro contra el que crecer y autoafirmarse. Esta falta de trampolín le puede llevar al desprecio gratuito de los que pacientemente le acompañan en su proceso. Suceso doloroso para el que se siente menospreciado sin un
A veces cabizbajos, otras con la sonrisa de quien se sabe necesario, pero siempre dispuestos a encajar el exceso de rabia que nos asestan los hijos que se autoafirman y crecen. A veces dolor, pero nunca maldad en sus desaires, es una suerte de apoyo imprescindible que les cedemos con la entereza de ser padres.
Envejecer tan solo es un decrecimiento celular, por el contrario adquirimos la percepción de que mentalmente crecemos hasta el momento final –seamos o no capaces de manifestar ese último esprint.
Se van los hijos, incluso antes de irse se van, restando tiempo en la casa familiar mientras algunos aspectos maduran y la vida les permite su autonomía plena. Es un gesto doloroso parental, no inmiscuirte porque así lo han exigido, ser testigo de esa ambivalente suficiencia y mantener ante todo el amor, limpio de reproches


