Cada uno de nosotros somos una construcción cultural a partir de una especificidad biológica que no podemos ni ignorar, ni desatender. Seres cuya corporalidad no incluye tan solo lo que biológicamente entenderíamos por cuerpo, sino esa inextricable construcción en la que, por ser cultural, es social y, por ende, los otros están en nosotros y
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Afanarnos en que el fluir de nuestro siendo discurra por unos derroteros, y nunca otros que nos provocan escalofrío, no siempre está a nuestro alcance. Como seres reales con determinaciones, sin las que no podríamos constituir esta materialidad fluyente, interactuamos con los Otros, que están ya en nosotros y viceversa, y con un entorno a
“La filosofía (…) se ha planteado un poco el problema de cómo se encuentra uno con los demás en la vida. Pero muchas veces a uno le asalta la reflexión contraria: ¿no será que yo llego a encontrar a los otros en mi vida porque antes los demás se han metido en la mía? Y
Vamos serpenteando para esquivar lo nocivo y dar con los remansos de vida que quedan, esos en los que la piel se nos eriza de emoción ante un rostro, una expresión o un gesto; y la sensibilidad -no anestesiada- distingue lo genuino, esos restos de autenticidad que quedan en algunas personas. Porque tras una existencia
Esos días, que no quieren amanecer, se resguardan timoratos entre nubes grisáceas y plomizas. Miro el cielo, recién levantada, y me siento espejeada en esa masa nubosa que impone resistencia a una luz que carece de intensidad. No atino a vislumbrar si es el mundo quien me aplasta, o estando yo pulveriza encapoto cuanto me
Creemos necesitar el silencio cuando nos sentimos atribulados por el ruido habitual que nos envuelve. Ansiamos desaparecer, restar en el anonimato para permitirnos el privilegio de no debernos a nadie. Sin embargo, tropezamos con la dificultad interna de difuminarnos; queremos y nos dolemos por ello. Y en ese vaivén confusional testamos lo doloso, esa doblez
Ayer, en una conversación irónica cuyo contenido está arraigado en una experiencia de urgencia y precariedad, alguien muy especial para mí, me decía que lo fugaz no es el tiempo, sino el dinero. Las risas cómplices no nos distrajeron, a cada uno en su interior, de la tragedia que subyace a esta afirmación: no son
Lo nuclear son los Otros; por ellos nos reconocemos a nosotros mismos, y en la diferencia, forjamos esa identidad fluctuante sujeta siempre a la renovación: en ese proceso de reconocimiento que nosotros hacemos de los Otros. Sin ellos no hay nutriente que nos satisfaga, que vacíe el mismo vacío. Y en esa unión y diferenciación









