Esa soledad añeja que le había asolado de niño, esa en la que borboteaban lágrimas de desamparo y abandono, parecía retornar ahora, que el tiempo ya es más escaso. Por aquel entonces, creyó haber aprendido que no podía confiar en nadie, que debía protegerse él mismo, y que era fundamental que lo hiciera. Sin embargo,
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La añoranza es el reconocimiento de una pérdida dolorosa. Mientras sentimos esa ausencia no podemos sentir qué resta en nosotros de lo añorado. Hay pérdida, pero también dicen que una presencia luminosa de lo ausente, que nos permite mantener vivo en nuestro interior cuanto recibimos de quien ya no está. Esa llama, no el rescoldo,
La frase parece que fue dicha, tres días antes de su muerte en primera persona, por la multimillonaria Cristina Onassis. El cantautor Joaquín Sabina le dedicó una de sus canciones, y es una sentencia que de diversas maneras se ha convertido casi en un dicho popular. En la serie EXIT, basada en la vida de
El debate, abierto hace ya tiempo, respecto a cómo iban a transformar las redes sociales las formas de vinculación directa y en vivo entre los individuos va despuntando horizontes que no coinciden exactamente con las prospecciones de las que se había alertado. Parece ser que la sociedad basada en el hiperconsumo, junto con la extensión
Hay lágrimas plomizas que no resbalan, sino que se precipitan causando un ruido seco y agotado. Son las que se derraman ante una ausencia esquiva, porque no se muestra como tal. Es una pérdida sentida y raramente percibida. La soledad es la única que cobija y asiente ante esa insuficiencia, y el vacío se torna
Padezco una pulsión onírica recurrente, en la que estás presente, pero me ignoras; espero tu llamada sin cumplir nunca ese deseo; te veo, pero ni me miras. Y se desatan en mí los temores más primarios, esos que son síntoma, entre otros, de la herida básica. La cicatriz se reabre y supura desprecio, ninguneo, volviendo
Estaba sentado en el alfeizar de la ventana, huidizo, ausente quizás de sí mismo. No pululaban recuerdos dañinos, ni imagen alguna por su mente; era como si se hallase en un estado catatónico del cual carecería posteriormente de conciencia. Su cuerpo presentaba cierta rigidez, como si fuese un ciborg desconectado y carente de movilidad. ¿Por
Hace días en un acto, al que ya he hecho referencia en el blog, al que acudí a escuchar a Joan Carles Mèlich, éste afirmó, con convicción como de soslayo, que “el vacío y la nada no son lo mismo”. La cuestión, desde entonces, va pululando y acudiendo con insistencia a mi mente. De entrada,
“(…) Pero incluso los pensamientos, por muy etéreos que parezcan, requieren un punto de apoyo, pues de lo contrario giran y giran en torno a sí mismos, en un torbellino sin sentido; tampoco ellos soportan la nada (…)” Stefan Zweig, Novela de ajedrez, Ed. Acantilado, Barcelona 2001 Fue Parménides quien constató de forma explícita que
Cada día constituye una jornada especial para alguien, por evocar momentos inmejorables o bien por su contrario. En este sentido, no hay indiferencia ni días anónimos carentes de un fuerte contenido emocionalmente humano. Lo que sí hay es ignorancia, desconocimiento de qué días son memorables para los otros, los que conocemos y aquellos otros individuos









