Estremecido por las noticias que emitía la televisión, se vio forzado a desconectar la “caja tonta”—que cada vez percibía como más hábil y sutilmente manipuladora de la opinión pública—. Así que abandonando el sofá, se desplazó hacia la cama para intentar deleitarse con una lectura. Siendo amante de los clásicos decidió enfrentarse a “El
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Acaso desconoces la espera de esas niñas creciditas, que ya se tiñen las canas, y por ello las alumbra la madurez de la humildad, la comprensión y la aceptación de cómo sea, quien sea. Distintas, entremezcladas y unidas por un pasado común que protegen entrañablemente, aúnan sus habilidades de búsqueda para agostar la dilación de
El alma por su precariedad adolece de estrategias raudas de reparación. Serpentea, huidiza y esquiva, inhibiendo la identificación del mal que nos aqueja. Un mal controvertido si sopesamos la tesitura que nos zarandea al cuestionarnos su naturaleza. No es, necesaria ni exclusivamente, un acontecer externo. Tampoco una podredumbre urdida a voluntad. Entonces ¿qué es y
Es irrelevante cómo transitamos en la perenne búsqueda del sentido. Qué devaneos, estrategias o pericias perpetramos en la ansiada delimitación de nuestro por qué y para qué. Lo sustancioso es en qué consiste esa acotación: si en el desvelamiento de lo que hay, o en la generación de lo que no hay. Ahí reside la
Desde las vísceras acude solemne la impaciencia, esa necesidad de ver acontecer lo que sea, pero súbitamente y sin demora. De lo contrario, de la urgencia aflora una angustia tenue que se agudiza con la insoportable espera. Más vale saber, con premura, que ir gestando una desaprobación tardía. Sobre lo que ha de suceder tener
Agrietado el poder de la intuición, ante la opacidad de lo que hay, tan solo nos resta la elucubración circular que, por esa índole cíclica, nos enreda en un laberinto obsesivo de incomprensión, y, esta última, nos condena a la angustia que –como Heidegger afirmó- no es más que el testimonio de la presencia de
Qué trágica y vívida experiencia la de quien tiene el pecho asfixiado por un peso inmensurable. Se siente y resiente, sin tregua, en una coyuntura que lo anula e impide. Respira forzadamente, mientras la angustia clama para que sea subsanada la vacuidad del alma. Pero el eco de cada espiración retorna un silencio desesperante que
Cuando sospechamos que nuestros días finalizan, y pensar en morir nos desencadena un pánico exacerbado, tal vez sea legítimo el derecho a la ignorancia y realizar ese tránsito sin ninguna conciencia. Y descansar en paz. Como decía Epicuro la muerte es una de las principales causas de angustia, aunque se esforzara el pensador griego en
Ignoramos el devenir sin por ello angustiarnos, aunque la cuestión debiera ser si la experiencia acumulada, desde la cual nuestra ignorancia nos proporciona tranquilidad, ¿no sería más bien un motivo de ataque de pánico?
Una de las nociones claras que sustenta el existencialismo es la idea de que el hombre es lanzado al mundo, proyectado, de tal forma que obtiene su existencia, que parece ser previa a la esencia. Lo problemático que inmediatamente se derivaría es de dónde, quién y con qué fin es proyectado. Aquí Heidegger, en su