Hay dichos incorporados a nuestro imaginario colectivo que acostumbran a guardar lo que la experiencia ha producido en nuestras mentes, otros de estos dichos los incorporamos llegando incluso a olvidar su origen. En estos últimos, quizás, se hallen dos elocuentes frases que dicen: “No hay mayor ciego que el que no quiere ver” y “No
Etiqueta: ceguera
Un paisaje interior enturbiado por una niebla espesa, densa y negruzca, que no parece tender a su disolución, ha cubierto cualquier perspectiva. No hay horizonte, ni se puede vislumbrar claro alguno que motive el intento del alma de disipar esa calima cegadora que impele, por el contrario, a finiquitar el alma misma. Esas frondas no
Desovillando amasijos de emociones, desnaturalizadas y mutadas, nos rebuscamos sin lograrlo; quizás porque tras estas nos guarecemos, inconscientemente, para no hallarnos jamás, urdiendo la legitimidad de nuestra confusión identitaria y nuestro oculto deseo de no vernos jamás.
Todos sufrimos a lo largo de nuestra vida situaciones perturbadoras que dejan un rastro de intensidad variable en unos y otros individuos. En cualquier caso, lo que no resulta nunca benéfico es quedarse agazapado bajo el manto del posible trauma. Lo que no puede ser olvidado, ni se olvida, ni tal vez deba hacerse, pero
La vanidad ciega, a quien confunde su cometido con su persona.
Hay sonrisas hipnóticas que mágicamente consiguen, por un instante infinito, arrancar otra mirada de tus ojos.