Habitamos un mundo de derechos, aunque en realidad sea una falacia que se nos ha inoculado. Creemos ser sujetos de derecho y exigimos, por falta de conciencia de qué es ciertamente un derecho moral y otro legal, fuera de lugar lo que no nos corresponde. Por el contrario, desconocemos, o así lo parece al no
Etiqueta: confusión
Vacilamos desorientados cuando advertimos el desnorte en el que nos hallamos. Arrastrados por sucesos concatenados, nos hundimos en el lodo de lo cotidiano e inminente, olvidando que, lo más terrible que puede ocurrirnos, es postergar quién queremos ser a causa de esa asfixiante exigencia, ajena o propia, por la que nos dejamos anular. Y sentimos
Publicado originalmente en Letras&Poesía, noviembre de 2019 Desde la distancia logro deshilar, destejiendo fibra a fibra, ese lazo que más que vincularme me subyuga. Mientras acudo al llamado de alguien que malvive huyendo de la muerte, guareciéndolo de su propio miedo e impostando una serenidad de la que carezco. Recojo trastos, friego platos, preparo algo
La verdad, si la hubiere, no es aquello que ocultamos a voluntad para engañar o mentir, sino los motivos o razones inescrutables que dan cuenta del porqué de nuestras actitudes o acciones. Esto, atendiendo a que la mera descripción de hechos no constituye más que la manifestación de esos desencadenantes velados. Decirle a alguien, por
Todos hemos experimentado en alguna ocasión –unos más veces que otros- un estado de confusión mental, casi generalizado, que nos arrastra como braceando en una marea que se propone engullirnos, aniquilarnos como sujetos con identidad. Etimológicamente procede del latín y si separamos el prefijo del lexema, obtendríamos algo así como con-fusión, es decir unión o
La mentira es un enunciado falso e intencionado. Quien, fruto de su voluntad, dice lo que no es de lo que es, como si lo fuera, pervierte el acontecer para doblegarlo a su interés o urgencia. Algunos desarrollan una inclinación a lo falaz por la fuerza de la costumbre, llegando inclusive a confundir lo ocurrido
La vanidad ciega, a quien confunde su cometido con su persona.
El tiempo debe seguir su curso inalterable, mientras lo que sentimos que acontece lo desencaja porque no tiene cabida tanto en tan mínimo instante. Así, nos atropellan y desbordan, un huracán de sucesos que ya no discernimos si son ciertamente hechos, o emociones sustanciadas. Parecemos náufragos en un mar turbulento y túrbido que no es,