Si cualquier estado puede, como se está comprobando, invadir bajo el pretexto que sea, otro estado para apropiarse parte del territorio o todo, realizando inclusive una limpieza étnica, y aquí no pasa nada; porque todos vemos que a la postre no pasa nada, entonces no hay ley que valga, no hay Derecho que obligue ni
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Desde el instante en el que los huesos empiezan a romperse en láminas se ha iniciado un proceso de degeneración severo. Estamos acostumbrados a sentir que nos “rompemos” por dentro, en momentos concretos de la existencia, sin embargo, la quiebra del cuerpo inmediata nos alerta de un tipo de desgaste distinto. La edad ha hecho
No sé cuánto tiempo hace que dejamos de vernos más a menudo. Mi memoria se minimiza progresivamente como si se transformase en un receptáculo poroso por el que se filtra de manera inmediata cuanto contiene. A veces temo dejar de existir. Si no retengo nada, no seré más que un instante que si tan siquiera
Una de las críticas que recibió el escepticismo originario fue que caía en contradicción, ya que su juicio “no hay verdad” implícitamente ya constituye una verdad. Estos juegos lógicos pueden resultar eficaces, pero más allá de aparentar desmontar la posición del contrario, no llevan de facto a ninguna aportación relevante. Rebuscar resquicios mediante el lenguaje
Descuajo a dentelladas las metáforas adulteradas, fraudulentas que se erigen como simulacros de relatos simbólicos. Aquellas cuya función consiste en amainar, doblegar y esclavizarnos, y abandonando su naturaleza retórica se constituyen como verdades no sujetas a juicio, ni veredicto alguno. Se elevan, se alzan y remontan entre el espesor nebuloso de lo verídico, como lo
La apatía estoica –el no padecimiento- estaba orientada a la indiferencia, ese estado en el que no se siente ni inclinación, ni repugnancia hacia cosa alguna, lo cual posibilitaba esa felicidad a la que podía aspirar el humano. Si obviamos el contexto en el que tuvo lugar esa forma de percibir la vida deseable, seguramente
Quien sostiene un grito desatado e intermitente está luchando contra el olvido del agravio padecido; es un gesto que, de facto, se rebela para ser reconocido en su diferencia y para no absolver al sistema diabólico, que planea sutilmente no solo la disolución del daño, sino del sujeto mismo que grita.
A quien se siente sobrepasado por la realidad, no le restan más que subterfugios falaces consistentes en: rebelarse contra ella legitimándose como víctima sin receso, o bien la huida eterna. La primera opción implica deformar lo que acontece, como si el sujeto preso de una paranoia, sintiera todo suceso como una especie de ánima maligna





