El olvido es el hueco que resta cuando lo que fue es negado, e iniciamos el proceso de culminación de nuestra finitud. La memoria minimiza cuantitativamente lo vivido, desaparecen acontecimientos y solo nos queda el rastro emocional difuso, por cuanto no sabemos de qué proviene. Empezamos a morir cuando olvidamos; la existencia se reduce a
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Hay cierta tristeza impregnada en cuanto toco, en la cotidiana desmedida de cada suceso. Quizás, emane de la ausencia de esas miradas que se encontraron sin paisaje, sin encuadre; solo ojos y gestos faciales que sin decir nada, decían mucho o acaso provocaban la incertidumbre de si las emociones sentidas eran propias o del otro
La existencia se consume sin remisión, ni prórrogas indulgentes. Desconociendo su tiempo, no es procrastinar la más lúcida de las actitudes. Cierto es que no siempre lo pendiente está únicamente en nuestro campo de acción, pero sí que nos corresponde intentar lo que se halle a nuestro alcance, porque lo que resta en la conciencia será
Somos olvido y los residuos nebulosamente asentados en la mente. Incapaces de rastrear cuanto hubo en la memoria, creemos que lo que somos nos pertenece, a menudo sin conciencia de los restos que han ido configurando nuestra identidad. Decimos, y suponemos decir lo que pensamos, aunque nunca poseamos la certeza de que ese pensar sea
La ausencia es un silencio sostenido; con presencia o no corpórea se inocula en las profundidades del otro como un desprecio. Solo puede quebrarse a voluntad de quien se ha difuminado, con un gesto, una palabra oportuna. Un requiebro que espolee la melancolía ajena menoscabándola, y despertarla súbitamente de esa turbia pesadilla que el ausente
Rastreo, desalado y ávido, entre los recuerdos olvidados algún gesto afectuoso o similar, que pueda revelarme el lugar que ocupaba en tu interior. Tan solo poseo la apariencia de una esfinge que me remite a ti, fría y rígida, casi marmórea diría. Erigida en la autoridad divina que exigía alabanza y loa, rostros fascinados ante
¡Cuán difícil es abstraerse de esta fílmica situación en la que nos han sumergido! Este era el lamento recurrente de Jan que, abatido por un alud que había paralizado la vida de todo el planeta, se sentía incapaz de vislumbrar un final satisfactorio de esta hecatombe. Así es que, confinado o en un subterfugio de
Quien sostiene un grito desatado e intermitente está luchando contra el olvido del agravio padecido; es un gesto que, de facto, se rebela para ser reconocido en su diferencia y para no absolver al sistema diabólico, que planea sutilmente no solo la disolución del daño, sino del sujeto mismo que grita.








