¿Qué me impulsa en estos tiempos sin motivos? Quizás que supe hallar las razones de existir en esas minúsculas briznas de soplos amigables, que prescindí de lo absolutamente ajeno y, a la vez, disolví lo supuestamente ajeno en propio y apropiado, justo. Y renací, cuando parecía socavada en el abismo, tras cada pincelada suave con
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Una de las experiencias de auténtica liberación para cualquier individuo es desembarazarse de los que los otros esperan de él. Este logro es especialmente importante si hay algún tipo de vínculo fuerte entre ambos -el individuo y esos otros-. En contextos de este calado el individuo siente una presión enorme para satisfacer ese esperar ajeno
“Quiero, pero no puedo”. A veces, cuando me pongo supinamente quisquillosa, me pregunto si este querer, que se frustra en el no poder, constituye un auténtico querer. Es decir ¿no será que quiero X, pero no quiero llevar a cabo el proceso -le llamaremos Y- necesario para conseguirlo? Esta autocrítica es pertinente si consideramos que,
La tristeza es un fluido que nos determina, a cada yo y al otro como influjo inherente a ese yo. Es una determinación, entre otras, que nos constituye como humanos y que se despliega en la interacción con todo Otro -aunque el individuo humano no tenga el mismo estatus de otredad que el resto de
El Deseo, ya en la Grecia antigua y en la modernidad a partir de Kant especialmente, pasó a constituir un término que aludía a las pasiones irracionales que hierven en el cuerpo -que no es algo distinto de la denominada mente-[1] y que nos arrastran a hacer lo que no queremos. Es decir, se establecía
No hay contradicción entre el lenguaje y el gesto, uno está sujeto al deber, el otro al querer, y como humanos mientras lo que deberíamos hacer pueda ser distinguido de lo que queremos hacer, el gesto espontáneo que brota de la voluntad oprimida será siempre el auténtico querer. ¡Qué vida más absurda la de aquel
«Querer significa mantenerse a cualquier precio en un estado de exasperación y de fiebre. El esfuerzo es agotador y no está dicho que el hombre pueda sostenerlo siempre. Creer que le está asignado sobrepasar su condición para orientarse a la de superhombre es olvidar que apenas puede resistir en tanto hombre, y que sólo lo
Vacilamos desorientados cuando advertimos el desnorte en el que nos hallamos. Arrastrados por sucesos concatenados, nos hundimos en el lodo de lo cotidiano e inminente, olvidando que, lo más terrible que puede ocurrirnos, es postergar quién queremos ser a causa de esa asfixiante exigencia, ajena o propia, por la que nos dejamos anular. Y sentimos
El S.XXI se ha iniciado, tras la desorientación presente en muchos ámbitos, como la oportunidad de recuperar las condiciones de existencia, a partir de las cuales los sujetos estén en condiciones de dignificar su vida. Por el contrario, recordemos la crisis económica que arrancó de forma amplia en el año 2008 y de la cual









