26 febrero, 2017 Mucho se ha hablado del nihilismo en nuestra Sociedad que creo empieza a dejar poso. No es por tanto un fenómeno nuevo ni último es su fisonomía, porque si algo caracteriza este estado de la cultura es su dinamismo frente a la concepción más estable de lo que la modernidad consideraba fundamental.
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La compasión ha sido objeto de repulsa por entender que compadecerte de otro lo debilita y victimiza. Esta es, en cierto modo, la crítica que Nietzsche realizó de lo que él catalogaba como compasión cristiana. Sin embargo, ya en otros artículos, he intentado recuperar el sentido no cristiano de este término recalcando que com-padecer es
Hablamos, a menudo, de que en la actualidad no puede concebirse una sociedad, sino es como un espacio donde los individuos puedan desarrollar dignamente sus vidas reconociéndose mutuamente interdependendientes. Es decir, somos seres sociales porque necesitamos de los otros para nuestra supervivencia, nuestra vida y nuestro bienestar. Más aún, nos constituimos porque los otros están
Decía Schopenhauer que “la significación moral de una acción sólo puede radicar en la relación con los otros: solo con respecto a ellos pueden tener valor moral o carácter reprobable (…)”. Es decir, “(…) la compasión es la única fuente de las acciones desinteresadas y por tanto como la verdadera base de la moralidad (…)
Su espacio emocional era inmenso, excesivamente voluble y susceptible ante los gestos ajenos. Su inercia la com-pasión, esa capacidad de padecer con el otro por su sensibilidad empática. Y, coherentemente, la disponibilidad para sostener a los que sabía que estaban sufriendo, haciendo lo que fuese necesario para el otro. Sin embargo, esta naturalidad con la
La pobreza es un lugar impuesto socialmente a determinados individuos que implica su expulsión social, económica y política. El intento de categorizar universalmente qué es ser pobre supone no perder de vista la diversidad de peculiaridades que dicho concepto presenta fenoménicamente. Es decir, según los lugares, cultura e historia del territorio del objeto conceptualizado se
El dolor es consustancial a la vida, lo cual no es óbice para que deseemos otra vida. Al contrario, precisamente porque hemos adquirido esa trágica conciencia de la relación necesaria entre vida y dolor, estamos legitimados a querer una existencia bien diferente. Sobre todo, desde el momento en el que no podemos afirmar lo mismo
Es cierto que en un mundo en el que abunda el dolor, la tragedia y el sinvivir, cada uno tiene el derecho de regocijarse en su burbuja de humano minoritario privilegiado. No mirar, para no ver, y vivir como si su mundo fuese el mundo. Esta postura la he oído en los últimos días a
Bajo la techumbre que lo albergaba y reposando el cuerpo en una tumbona veía pasar lunas y soles; impávido e indolente se asemejaba más a una talla que a un organismo vivo. Su actitud no era arbitraria, sino una estrategia de protección contra ese exterior turbio e imprevisible que tanto le había lacerado. Por eso,
La apatía estoica –el no padecimiento- estaba orientada a la indiferencia, ese estado en el que no se siente ni inclinación, ni repugnancia hacia cosa alguna, lo cual posibilitaba esa felicidad a la que podía aspirar el humano. Si obviamos el contexto en el que tuvo lugar esa forma de percibir la vida deseable, seguramente









