IMAGEN: Melancolía. 1932 Amedeo Bocchi. Palazzo San Vitale, Parma. Los humanos somos seres dadores de significado porque no podemos tolerar el absurdo. Éste es como un caos en el que todo es azar e indiferencia, nada ocupa su lugar porque no hay lugar propio para nada, y esa amalgama de sinsentidos se vuelve en un
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A pesar de todas las objeciones del egoísmo natural, la voluntad puede enardecerse con este conocimiento, y hacer que la virtud de la justicia eche raíces en él, que se asiente en su corazón la máxima de querer actuar siempre honesta y honradamente, de manera que cada acción esté acompañada desde entonces por el sentimiento
Entendemos por costumbre[1], la manera habitual de actuar o comportarse, que se extiende hasta la práctica tradicional de una colectividad o de un lugar. Ahora bien, este significado es restrictivo si consideramos que el hábito condiciona no solo las conductas, sino también las actitudes. Es decir, la habituación de nuestra sensibilidad a determinados estímulos, un
El Deseo, ya en la Grecia antigua y en la modernidad a partir de Kant especialmente, pasó a constituir un término que aludía a las pasiones irracionales que hierven en el cuerpo -que no es algo distinto de la denominada mente-[1] y que nos arrastran a hacer lo que no queremos. Es decir, se establecía
Vamos serpenteando para esquivar lo nocivo y dar con los remansos de vida que quedan, esos en los que la piel se nos eriza de emoción ante un rostro, una expresión o un gesto; y la sensibilidad -no anestesiada- distingue lo genuino, esos restos de autenticidad que quedan en algunas personas. Porque tras una existencia
No queremos lo que tenemos; y tener, aquí, es cuanto somos materialmente, lo cual está constituido por lo que vamos siendo en el fluir cotidiano, así como lo que poseemos para subsistir. Como híbridos de bestias y ángeles, deseamos sin satisfacer nunca el deseo, ya que el deseo mismo es un conglomerado de ambigüedades y
Si la voluntad rebosara del deseo de cooperar con los otros y la conciencia de la convicción de nuestra interdependencia, podríamos tejer redes sociales que contribuyeran al vivir bien de todos. Constituiríamos una comunidad cuya alianza poseería una fortaleza firme. Sin embargo, nuestra voluntad no solo se desborda de ese instinto de unión, sino con
No escribimos por voluntad o, dicho de otra forma, cuando lo hacemos el resultado carece de alma, y esta debe palpitar en cualquier escrito, ya sea literario, filosófico, poético, …Sin ese espíritu que nos anima, que nos mueve a, que constituye el reflejo de un interior vivificador, ninguna palabra, ni texto escrito llega realmente a









