“(…) nuestro narcisismo en sí no es más que la conciencia de que nuestro componente subjetivo es nuestro punto de empalme objetivo. Por consiguiente, de toda metafísica que pretenda hacer coincidir el ”Ser” con “Dios” como principio de valor absoluto, puede decirse que no solo está condicionada narcisistamente en su manera de pensar, sino que
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Lou André-Salomé ha sido una mujer menospreciada en la historia del pensamiento, así como distorsionada en la imagen que de ella se ha dado, casi como musa platónica de grandes intelectuales, a los que por otro lado tuvo la inteligencia y coraje de cuestionar en sus planteamientos filosóficos y a los que sin duda influyó
En pleno SXXI, con la capacidad de la razón como condición certera de progreso superada, la desmitificación de la ciencia como el saber perfecto y la intuición subsiguiente de que somos seres ínfimos, profundamente desconocidos para nosotros mismos, ha llegado quizás el momento de zafarnos del equívoco de que toda disciplina que no constituya una
Aquello que se nos desvela por la fuerza de las pulsiones puede generarnos contradicciones, rechazo y autocensura que exigirá, por lo tanto, el esfuerzo de vivir, de resistir, como si nada supiéramos. Pero esta posibilidad no es más que una falacia apaciguadora que nos permite soportarnos y que se va desmoronando conforme esas pulsiones se
Los formalismos encubren el alma de una cordialidad educada, pero que como impostación social impide discernir la veracidad que guarda. Así, todo formalismo o encuadre preestablecido que oriente las relaciones humanes las enturbia de una nebulosa de ambivalencia que difícilmente permite vislumbrar hasta donde llegar el decoro y hasta donde la veracidad de lo manifestado.
Deshabitamos las zonas perniciosas con formalismos a los que nos hemos sometido, y cada gesto o requiebro espontáneo se vuelve amenazante si no poseemos la flexibilidad y el sentido del humor de integrar lo subversivo. Porque donde lo formal se impone como encuadre infranqueable de la vida, deja de haber vida, lo formal se hace
No sabemos qué hacer, ni cómo manejar viejos términos que tienen reminiscencias de épocas anteriores y que, por ello, nos parecen despreciables. La palabra espiritualidad, por ejemplo, remite a muchos a los lazos religiosos impuestos durante años en el Estado Español; nos cuesta disociarla de esta connotación y apercibirnos que de forma genérica significa: conjunto